jueves, 6 de enero de 2011

i n V I s i b l e s V I a j e R o s

Viajar. Transportarse. Realizar esa eterna intrusión en mundos que se cruzan. Oficio de transcurrir, de dar sentido a nuestra propia existencia. La vida, eterno viaje multidimensional a los más diversos destinos. Lejos de ser lineal, la vida, amorfa, cíclica, etérea, temporal, consiste en existir concretamente en cada instante, de manera física en un aquí y un ahora, y al mismo tiempo de manera espiritual, inmaterial, en otros espacios y otros tiempos. La vida, palabra que resume la totalidad de nuestro ser particular, y el ser conjunto, resume también la multiplicidad de viajes, los que realizamos solos y acompañados, los que conforman el círculo del que todos formamos parte. Equipajes, rutas, destinos, caminos, olvidos, todo los conforma.
Salir y entrar: embarcarse, tal vez llegar, tal vez regresar. Conocer, descubrir. Ligarse y desligar. Disfrutar, relajarse, descansar. Desconectarse de una determinada situación para conectarse con otra. Ir y venir. De la rutina al sueño, del sueño a la imaginación. De la imaginación a la realidad. De la realidad a la ficción, a los posibles. De los posibles a los imposibles.
Sin siquiera haber cobrado conciencia, el sólo hecho de haber nacido nos embarca en la misión de ir descubriendo, paso a paso la inmensidad de elementos que conforman el mundo en el que de repente aparecemos existiendo. Y sin siquiera recordar ese primer viaje hacia la existencia misma, vivimos como una masa de viajeros, yendo y viniendo, compartiendo destinos, y partiendo hacia objetivos diferentes a los del resto, tratando de desentrañar el misterio de estar aquí mismo, existiendo.
La vida no es el viaje, la vida es la dimensión en la que se dan un gran conjunto de viajes, la vida los engloba a todos ellos, con sus encuentros y desencuentros. La vida es el conjunto y la integración de todas esas experiencias, fantasías, hechos concretos y no concretados. Parte de la vida son las bienvenidas y las despedidas, las llegadas y las partidas, y sobre todo, las experiencias, materiales e inmateriales que dejan la huella en este mundo de que existimos.
Somos vida, estamos vivos y permanecemos eternamente vivos. Desde el momento en el que, sin existir, fuimos la potencia, el posible, el deseo o el miedo de la aparición inesperada, existimos simbólicamente en las vidas de los que nos rodean. Una vez materialmente en el mundo, nos dedicamos a crear y concretar nuestra existencia, y una vez fuera de este planeta, seguimos existiendo, viviendo simbólicamente, formando parte de los viajes del resto de los seres vivientes, y a la vez metafóricamente nos embarcamos en una segunda vida después de la muerte. Somos huella imborrable e inmortal en las vidas de quienes compartieron con nosotros el tiempo.
Todo elemento en la vida puede ser punto de partida para viajar. Cada momento, cada experiencia puede ser boleto de un nuevo vuelo hacia destinos impensados. ¿Por qué no vivimos entonces, concientes de ese eterno viajar que nos conforma? ¿Por qué reducimos, en nuestra cotidianidad, el concepto de viaje a un traslado físico, y entendemos la amplitud de su sentido sólo en términos metafóricos? Justamente porque la esencia misma de la vida es ese transitar el tiempo sin que nos demos cuenta mientras ocurre. Es el juego que nos propone la astuta naturaleza contra nuestra tonta humanidad enceguecida. Porque la única manera de llegar a palpar las esencias más profundas, a descubrir los misterios inaccesibles de la vida misma, es no siendo concientes de ello al ocurrir. Somos eternos viajeros invisibles, en busca de aquello que creemos llamar felicidad, en paralelo con el viaje concreto y placentero que nos distrae de nuestro objetivo principal.Por ello también el dilema del alcance de la felicidad como objetivo vital. Después de todo, la vida es aquello que te ocurre mientras estás más ocupado haciendo otros planes, y es en ese juego, en ese descubrir ignorando, en el que cada uno con sus experiencias propias vive, es allí donde la vida ocurre, y donde descubrimos sin saberlo, las profundidades hondas de nuestro existir. Así llegamos a la muerte sin habernos dado cuenta de que desentrañamos ya los interrogantes más fuertes de la naturaleza, por el simple hecho de haber vivido, viviendo. Para que cante la vida toca su caja la muerte. Así nos damos cuenta de que en la vida, pese al sufrimiento, fuimos felices sin darnos cuenta, en la paradoja de haber estado empecinados en esa misma búsqueda, como eternos viajeros.

domingo, 12 de septiembre de 2010

:)

De chica me encantaban las aspirinetas. Me divertían las caritas en el envoltorio anaranjado, su color rosado tenue y ese sabor bien dulce y ácido, con ese picante del final. No había nada igual. Era el mejor remedio del mundo (y en secreto, la mejor golosina).También esperaba los domingos para leer los cuentos que venían en la revista Nueva. Me levantaba temprano para buscar la revista antes que mi hermano mayor, y así sentir esa pequeña victoria de haber leído el cuento primero.
Todavía las sigo comprando con la excusa de que hacen bien al corazón, permiso perfecto para comer una todos los días.
Qué cosa importante en mi infancia, las aspirinetas.

miércoles, 21 de abril de 2010

Crónicas Baficianas

Todos los años la Ciudad de Buenos Aires organiza para estas fechas un festival de cine: el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). Es una semana de cine en los más diversos espacios de la ciudad: desde los cines Hoyts, hasta el Museo de Arte Latinoamericano, o el pasaje Carlos Gardel (una pequeña placita en Charcas y Agüero). De las propuestas culturales que tiene la Ciudad en el año, éste es muy famoso y tiene su atractivo particular. Cinéfilos, estudiantes, o simplemente ciudadanos se interesan en acercarse al cine más cercano a ver si enganchan algún film, o una tira de cortos.
El BAFICI ofrece una amplia variedad de películas, a todos los horarios se puede encontrar alguna para ver: las hay para adultos, las hay más cortas, más largas, de muchas nacionalidades, de distintos géneros y estilos, que tratan innumerables temas de la sociedad y del mundo, y presenta también un espacio para niños: el BAFICITO.
Se divulga que así como ofrece gran variedad, el BAFICI es una lotería. La breve descripción de dos o tres renglones que ofrece el programa por cada película, no cumple otra función que el disparador de interés para el público, pero en ningún caso uno puede realmente averiguar si la película es buena o mala, o si simplemente valdrá la pena. Por ello, es costumbre sacar entradas para cinco o seis películas en la semana, con la expectativa de encontrar una o dos que amorticen las horas perdidas en los otros cuatro o cinco films.
Este año me busqué un momento para conocer este prestigioso evento de la ciudad. Luego de horas de analizar el programa, (que amablemente una compañera de la facultad me regaló y sin el cual me hubiera costado horrores elegir una película ya que el programa online está muy mal pensado) decidí el film, el día y el horario en el que vería mi película. Si bien ya había sido advertida de los riesgos que tenía asistir ciegamente al ciclo, sin tener demasiados conocimientos sobre lo que iba a ver, decidí confiar ciegamente en mi instinto y me anoté para Pianomanía, un film austríaco-alemán de 93 minutos, dirigido por Lilian Frank y Robert Cibis, el día viernes 18 de Abril a las 22:30, y así me lancé también al compromiso de impresionar con la película y el evento a mi acompañante extranjero.
Ese viernes a las 22 hs, entonces, me encontré con mi compañero y entramos al Hoyts del Shopping Abasto. Allí recorrimos los pasillos repletos de gente. La multitud que concurría al evento era de la más diversa, el lugar estaba plagado de lentes, gente adulta, cinéfilos en su mayoría. El ambiente era muy positivo, agradable, entusiasta, de muchas expectativas. Se sentía ese miedo de que la película desilusionara, muchas veces acrecentado por las caras de las personas que al mismo tiempo que entrabamos, salía de otras salas. Igualmente, también había un clima con ganas de encontrar algo ingenioso, diferente, bueno.
La sala 6, que correspondía a Pianomanía, estaba repleta y había un ambiente de nervios, silencio y respeto. Nadie comía ni llevaba comida consigo.
22.30 puntual comenzó la película. Abrió con unas melodías clásicas en piano que no reconocí, e increíbles tomas de instrumentos, de teatros, de ciudades europeas, de conciertos. Se trataba ni más ni menos que de una especie de documental, un viaje hacia el interior de la vida de Stefan Knüpfer, afinador de la famosa casa Steinway, que nos mostraba sus idas y venidas en la Konzerthaus vienesa. A través de los pasillos y las salas de ese gran teatro, de los diálogos en alemán y las mímicas de interlocutores, el film se fue volviendo un viaje adentro del gran mundo de la música. Resultó también un viaje a los paisajes de Viena y Hamburgo, de la vida del músico, de las emociones transmitidas a través de la interpretación, del tedioso oficio de grabar un disco, un viaje acompañado por grandes obras de Liszt, Bach, Beethoven, Mozart.
En sí el documental no poseía narrador, ni camarógrafos, aunque sí muchas veces el protagonista hablaba a alguien que nunca se mostró ni pronunció palabra. Simplemente se trataba de insertarnos en la situación de todos los días de este personaje cuya vida no está dedicada sólo a afinar instrumentos. Lo fascinante del film fue justamente esto, meterse en las escenas cotidianas de un personaje que resulta fundamental en la vida del teatro, y que para el espectador del concierto, o aquel que escucha el disco resulta completamente invisible. El oficio del afinador en el teatro, es justamente servir de nexo entre el teatro, el instrumento y el artista, es buscar la sala correcta para el concierto de aquel músico, el instrumento correcto, la afinación correcta, que produzca el sonido adecuado. Es un trabajo de una obsesión y un perfeccionismo impresionantes, que sólo un apasionado por la música puede realizar, y que a la vez lleva un extraordinario trabajo de comunicación, para saber captar entre palabras, gestos y miradas aquello tan subjetivo como el sonido que el músico intenta encontrar.
“¿No dicen los artistas que cada entrada al escenario es un riesgo?” responde Stefan a quienes lo cuestionan y desafían, mientras él, sin problema alguno desarma y rompe instrumentos con el fin de lograr aquello que el intérprete necesita. Y pone tanto esmero y tanto de sí, como para lograr que grandes músicos lo emocionen con palabras como “toda mi vida busqué este sonido y ahora está aquí” (Pierre-Laurent Aimard).
Es un film sencillo, que expresa una realidad muy compleja de manera muy completa. No puedo dejar de destacar en esta crónica que es un film para melómanos, entendidos de música clásica. Si bien entre gestos y miradas el espectador inexperto puede captar perfectamente lo que ocurre en cada situación, no conociendo el vocabulario se pierde de mucho contenido complementario, pero importante. En sí, la puede ver y entender cualquiera, pero uno se va con la sensación de que está dirigido a entendidos, que uno se perdió de algo.
Igualmente, resultó cautivante. No paré de susurrarle a mi compañero “wow, mirá” desde que empezó hasta que terminó la película. Su fotografía, su filmación, las tomas del interior de los instrumentos, las charlas acerca de la música con eminencias mundiales, y la búsqueda de alternativas graciosas, de nuevos modos de divertirse haciendo música clásica, la hacen un film interesante, gracioso, divertido, entretenido, y sobre todas las cosas, emocionante.
Salimos del cine contentos con mi compañero (yo más satisfecha que él, pero los dos conformes), no sólo sabiendo que habíamos tenido la suerte de elegir bien y de enganchar un film espectacular, sino también habiendo vivido una experiencia única.
La noche terminó aún mejor, luego de comer un ceviche de pescado en “Mamani”, un restaurante de comida peruana ubicado justo en la esquina de Lavalle y Agüero, a la vuelta del cine. Ambos, la película y el restaurante, imperdibles.

sábado, 17 de abril de 2010

Un borrador viejo

A vos te estoy hablando, porque pensás que no existis, porque crees que perdiste. A vos te hablo, con esa mochila llena de hojas, esa cabeza que explota, esos dedos manchados con tinta china y el tabaco en tu bolsillo.
Ellos, tus versos, no están vacíos, no son inertes. Son más solemnes que llantos, y me llegan a matar. Y tu problema es que la solemnidad es de Dios y las lágrimas del hombre.
No siempre el cambio de roles hace bien.

viernes, 9 de abril de 2010

Polimonoteísmo

Dios es uno solo.
Hay un solo Dios.
¿Son todos el mismo Dios?
No, Dios es sólo Dios.

¿Y cual es ese Dios?
¿Ese Dios somos todos?
¿Todos formamos ese único Dios,
si mi Dios no es el de todos?

Si tu Dios no es el mío,
¿No podemos compartirnos a Dios?
Si mi Dios no es el tuyo
¿Me sirve creer en mi Dios?

jueves, 8 de abril de 2010

Haiku II

¿hoja?
¿hongo?
hongoja


unidas,
¿se conocen, la hoja
y el hongo?


dos versiones propias de un Haiku de Matsuo Bashio

Haiku

Nunca más.
Siempre,
Nunca más.