sábado, 27 de diciembre de 2008

Pathos

Pensar, sentir, buscar, dejar, besar. Despertar, vivir, pensar, sentir, amar. Riñón, hígado, intestino, cerebro, corazón. Tibia, peroné, costilla, traquea, esternón. Casa, pesa, escalera, mesa, sillón. Perro, hombre, mono, pajaro dodó. Esa búsqueda de algo perdido, ese alguien que ya lo encontró.

Ethos

Me seduce tu delantal, y esas manos arrugadas. La fina voz con que tarareás ese bolero una y otra vez, la delicadeza de tus movimientos, el amor con que lo hacés. Esa esponja vieja que por vieja te acompaña y no dejas de usar sabiendo que debes cambiarla, esas uñas despintadas por el trabajo diario, ese labor de empezar y nunca acabar.
¡Si no era más que un barrido el que escuchaba en las mañanas! Esa cuota de rutina que hacía a mi felicidad.
¡Siempre fueron tus canciones las que mantenían en línea esas veredas! Aunque el viento se empeñase cada vez más en desordenar.
Porque fuiste vos siempre esa brisa matutina, el cantar del gallo, el instante perfecto que mis ojos no alcanzaron a detallar. Esa fugacidad de las mañanas, que barrieron cada peluza de mi niñez y quitaron cada mancha para volver a ir a jugar.

Logos

Siento cada vez más,
y entre más pienso los siento más,
que hay una distancia muy corta
entre tener el control de las cosas
y no tenerlo en absoluto.
Y entre más lo pienso, y más lo siento
me pierdo por completo
en el miedo de imaginar
un día no tenerlo más
y nunca volverlo a recuperar.

jueves, 25 de diciembre de 2008

El ello

Era un recuerdo de esos que no se olvidan y vagamente se recuerdan. Era una casa oscura, una mesa con un florero viejo con flores de tela y cortinas amarronadas por el tiempo. Una escalera caracol con escalones de madera, paredes forradas en machimbre y una constante oscuridad.
Recordaba como en sueños la parte de afuera estando adentro: las paredes externas de ladrillos, los canteros con malbones viejos, flores feas y algún dejo de pasto que alguna vez se plantó y nunca creció parejo. Lo pequeño de los pasillos, aún para su cuerpo de cinco añitos, y esa mezcla de realidades inconexas donde no podía ubicar todavía en la memoria su propio hogar con respecto a su presente aventura.
Estaba desnuda como siempre, su estado natural. Investigaba la morada de esa vecina como si estuviera a escondidas, como si de algún modo se hubiera infiltrado dentro de la casa.
De repente su madre estaba ahí, conversando con la vecina que también había aparecido de imprevisto. Se dió cuenta que ella era el tema de conversación, y fue consciente de que ahora era el centro de atención, y ellas la miraban fijamente y con una sonrisa de esas que ponen los mayores cuando se ríen de los niños.
Se dió cuenta de que estaba desnuda, igual que Adan luego de morder la manzana. Sintió que estaba allí metida indebidamente, que su desnudez por primera vez la avergonzaba, e iban de la mano esa vez, esa necesidad de vestirse, con unas repentinas ganas de irse lo más rápido posible. Las mujeres la seguían viendo. Y su madre no se iba, quería conversar un rato más. Escapó al jardín, a ver si el gato estaba, para acariciarlo un rato y jugar con él...
Era un recuerdo, que mediaba entre la realidad y la ficción, una pequeña claridad entre un todo nebuloso reinado por la incertidumbre, una parte de su ello que volvía a su conciencia esa tarde de navidad en el auto, al pasar de vuelta por esa casa. Y eso era, una memoria más, al igual que tantas otras que no tardarían en volver. Aunque sólo cuando fuera oportuno.

lunes, 29 de septiembre de 2008

I

Sólo esto te pido,
¡Calla!
tus silencios me incomodan.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Mirarla a los ojos era su deporte. No tenía en mente cerrarlos ni bajar la mirada, un simple pestañeo era capaz de arruinar el momento. Ella, pazmada, lo miraba de vuelta, tratando de descubrir en esos ojos castaños lo que él sabía disimular bien. Lo sabía, ella no era la que él buscaba aunque ella se volviera tan loca por él. Cada vez que la miraba sus pretenciones se volvían nulas, y su pensamiento funcionaba a velocidades imperceptibles, tan así era que lo único vislumbrable desde esos otros dos ojos, como tildados en la mañana, era un vacío.
Ella no lo entiende, no lo quiere entender, y tampoco puede hacerlo. Se empeña en mostrar lo más bajo que tiene, su lado infantil, inocente, su ingenuidad e inmadurez. Deja de ser mujer esos ratos para ser niña, o adolescente, intrascendente, caprichosa. Él la escucha y calla, camina. Qué piensa, ella no lo sabe. Qué quiere, aparentemente compartir, y algo más, capáz...

martes, 23 de septiembre de 2008

Encuentro

Fue raro encontrarte de vuelta, ¡hacía tanto tiempo que no te veía! y además creo que no te buscaba, o lo hacía sin darme cuenta. Siempre a través de un semejante, ¡pero del más extraño de los semejantes!, sin lujos ni pretenciones, sólo una guitarra y un jogging gris viejo. Me pregunté qué le habían pasado a tus dientes, la última vez que te había visto los tenías todos y ayer sólo te quedaban los dos caninos inferiores. Me pregunté que había sido de tu apariencia, de ese cuerpo joven, cuando ayer no me mostrabas más que los achaques de los años, aunque aún plagados de esa energía y esa alegría de estar vivo. Sin decirme nada me llamaste a que te escuche. Sin pedirte nada me cantaste, y sin una idea mejor te canté de vuelta. Ayudé a otros a acercarse a vos, a aplaudirte cuando terminabas una canción, a descubrir que atrás de esa gorra roja y esa guitarra se escondía algo magnífico. Tuve que seguir estudiando, y así me alejé después de un rato, pero no te fuiste sin despedirme. No esperaba ese momento, todo había sido más que suficiente, o mas bien más que demasiado. Me nombraste tu amiga y me diste un apretón de manos. Te pedí un choque de palmas y me lo concediste, pero sin fuerzas. No me dijiste tu nombre y me gustaría saberlo. Por ahora sos mi amigo.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Un comienzo con finales

Quien hubiese dicho que te ibas a ir así, tan rápida y fugazmente. Hubiera dado lo que fuera por solo imaginar que te ibas a llevar con vos toda la dicha, el gozo, la gloria. Saber que la última cara que me pusiste fue tu gigante sonrisa, y que mi última charla con vos iba a ser tan sorprendente como reconfortante. Nunca me alegré de escuchar el teléfono sonar la octava vez consecutiva a la mañana porque mamá no tenía ganas de atenter, y sinceramente siempre habían buenas excusas para que algo no me gustara de vos. A veces era la confianza con la que te movías en casa, otras lo seca que eras al cortar el teléfono, otras las pocas ganas que tenía de que me preguntases sobre mi vida y contaras tantos chismes. Pero siempre estuviste, hacías sonar la casa, hacías que la casa se convirtiese en hogar, hacías que el hogar estuviera vivo. Cuando estabas vos reinaba la alegría, sea como fuere. Capaz que hasta se compara a esos malos humores que traen las madres, que al fin y al cabo no encierran más que amor, y finalmente a la hora de partir son los que más se anhelan. Sí, lo sabés, y lo sabías, odiaba antender el teléfono y que fueras vos, pero hoy que no estás no hay nada que quiera más. No me interesa que cante Pilar, o que venga un alumno cualquiera, me interesa que estés, como siempre, a cualquier hora, entre clase y clase, con la puerta abierta y esa voz viva tuya, tan imponente, cantando como si el alma se te escapara. Y pensar que nosotros estamos acá abajo extrañandote. Te lloramos, le rezamos al santísimo por vos, condenados a sentir culpa de la angustia de saber que en algun momento vamos a estar bien de vuelta, aunque falsamente se traduzca en olvidarte. En realidad, sos de esas que no se olvidan, de las que nace el entusiasmo, la pasión por complacer a los demás, por cuidar lo que vive y luchar por aquello que se sueña, por crearnos nuestras propias posibilidades. Así como nos regalaste tantas alegrías, ya es hora de que te brindemos las tuyas, las que trascienden lo terrenal, las del mundo nuevo que estás habitando. Ciertamente nuestra casa no va a ser la misma sin tu presencia cotidiana, pero así como siempre dije, sos un testimonio más que tiene para contar, otro eterno habitante de San Juan 1164, una vida más traducida en canto, ejemplo perfecto de una vida que vale la pena ser vivida. Sé muy bien, cantora y cantante, genia y apasionada, integrante de mi familia, estrella de mar, que nos volveremos a ver. Hasta que así sea.

PD: Nunca escuché a nadie cantar ese negro spiritual como vos, que el firmamento entero se deleite esta vez.