sábado, 17 de abril de 2010

Un borrador viejo

A vos te estoy hablando, porque pensás que no existis, porque crees que perdiste. A vos te hablo, con esa mochila llena de hojas, esa cabeza que explota, esos dedos manchados con tinta china y el tabaco en tu bolsillo.
Ellos, tus versos, no están vacíos, no son inertes. Son más solemnes que llantos, y me llegan a matar. Y tu problema es que la solemnidad es de Dios y las lágrimas del hombre.
No siempre el cambio de roles hace bien.

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