sábado, 27 de diciembre de 2008

Ethos

Me seduce tu delantal, y esas manos arrugadas. La fina voz con que tarareás ese bolero una y otra vez, la delicadeza de tus movimientos, el amor con que lo hacés. Esa esponja vieja que por vieja te acompaña y no dejas de usar sabiendo que debes cambiarla, esas uñas despintadas por el trabajo diario, ese labor de empezar y nunca acabar.
¡Si no era más que un barrido el que escuchaba en las mañanas! Esa cuota de rutina que hacía a mi felicidad.
¡Siempre fueron tus canciones las que mantenían en línea esas veredas! Aunque el viento se empeñase cada vez más en desordenar.
Porque fuiste vos siempre esa brisa matutina, el cantar del gallo, el instante perfecto que mis ojos no alcanzaron a detallar. Esa fugacidad de las mañanas, que barrieron cada peluza de mi niñez y quitaron cada mancha para volver a ir a jugar.

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