miércoles, 24 de septiembre de 2008

Mirarla a los ojos era su deporte. No tenía en mente cerrarlos ni bajar la mirada, un simple pestañeo era capaz de arruinar el momento. Ella, pazmada, lo miraba de vuelta, tratando de descubrir en esos ojos castaños lo que él sabía disimular bien. Lo sabía, ella no era la que él buscaba aunque ella se volviera tan loca por él. Cada vez que la miraba sus pretenciones se volvían nulas, y su pensamiento funcionaba a velocidades imperceptibles, tan así era que lo único vislumbrable desde esos otros dos ojos, como tildados en la mañana, era un vacío.
Ella no lo entiende, no lo quiere entender, y tampoco puede hacerlo. Se empeña en mostrar lo más bajo que tiene, su lado infantil, inocente, su ingenuidad e inmadurez. Deja de ser mujer esos ratos para ser niña, o adolescente, intrascendente, caprichosa. Él la escucha y calla, camina. Qué piensa, ella no lo sabe. Qué quiere, aparentemente compartir, y algo más, capáz...

2 comentarios:

Popurrí dijo...

Es increíble, y vos que todo el tiempo que quejas, que decís que no te gusta, que pata pum y pata pam, y al final lográs hacer algo que es inigualable, que ninguna otra mano podría hacer.

Popurrí dijo...

Por cierto, date una vuelta por http://locaverdad.blogspot.com y si podés publicitalo